Cómo quiere Dios ser adorado – en espíritu y en verdad

Los verdaderos adoradores son aquellos que adoran a Dios el Padre en espíritu y en verdad – Jesucristo nos mostró esto de forma inequívoca en Juan 4. ¿Qué significa adorar en espíritu y en verdad?

  • En Espíritu: En primer lugar el hombre tiene que nacer de nuevo, es decir, del Espíritu de Dios (véase Juan 3:3-6). Este nuevo nacimiento, que se lleva a cabo a través de la fe y del bautismo, convierte al hombre en un hijo de Dios (véase Juan 1:12-13). Recibe la vida eterna de Dios y de ahí en adelante puede llamar a Dios: Su Padre (véase Gálatas 4:6). Con ello comienza una vida completamente nueva. Dado que la verdadera adoración sólo puede ser en el espíritu, nosotros, los cristianos, desde el principio tenemos que aprender a andar cada día en el espíritu (véase Gálatas 5:16, 25) y conocer el Espíritu de Dios (véase 1.Corintios 2:10-16). Este es el primer requisito para convertirse en un verdadero adorador
  • En Verdad: La segunda condición es, adorar en verdad. La palabra “Verdad”, según el original griego, también significa “Realidad”. Cuando Jesús habla de los verdaderos adoradores que adoran en espíritu y en verdad, signiê ca que hoy en el Nuevo Pacto, Dios quiere la realidad de la adoración que ya se practicaba, como una sombra, en el Antiguo Pacto. ¿Por qué? Porque toda la Biblia está impregnada de un principio fundamental. Sabiendo, que el Antiguo Pacto fue sólo un tiempo de preparación y sombras, mientras que el Nuevo Pacto es tiempo de cumplimiento y realidad: „Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen (realidad) misma de las cosas…“ (Hebreos 10:1).

Sobre esta diferenciación Pablo escribió: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de
fiesta, luna nueva o días de reposo [Sábados], todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el Cuerpo [la Sustancia, la Realidad] es Cristo“ (Colosenses 2:16-17). Todas las instrucciones y mandamientos de Dios en el tiempo del Antiguo Pacto – comer, beber, ê estas, lunas nuevas, días de reposo y cosas por el estilo – son sólo una sombra de Jesucristo, quien cumplió y realizó todas estas cosas a través de Su vida humana en la tierra, Su muerte en la cruz, Su resurrección y Su ascensión.

Un buen ejemplo de esto es el Sábado (Shabbat): Dios había ordenado a Su pueblo en Éxodo capítulo 20 que en el séptimo día, el Sábado (Shabbat), descansaran (vs. 9-11). Pero cuando Jesús vino, Él era el verdadero Sábado (Shabbat). Por eso dijo: „Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar“ (Mateo 11:28). El día de reposo en el Antiguo Pacto (la sombra) fue reemplazado en el Nuevo Pacto por Jesucristo (la realidad). El mismo principio lo vemos con el maná: En aquel tiempo, Dios les dio a comer a los israelitas en el desierto, maná (pan) del cielo (véase Éxodo 16). Pero cuando Jesús vino, dijo sobre Sí mismo: „Yo soy el pan vivo que descendió del cielo“ (Juan 6:51). El maná en el desierto era sólo una sombra de Jesucristo. Cuando Jesús vino, el maná fue reemplazado por Cristo, el verdadero pan del cielo.

Por lo tanto vemos que con Jesucristo vino la realidad de todas las sombras del Antiguo Pacto. Esto, se tiene que aplicar igualmente a la adoración. Si queremos entender cómo es la verdadera adoración hoy, tenemos que contemplar de cerca la sombra en el tiempo del Antiguo Pacto. Esto lo veremos a continuación.