Las siete iglesias son siete candelabros de oro

En Apocalipsis 2-3, Cristo habla a las siete iglesias. El término “iglesia” proviene de la palabra griega ekklesia y significa “los llamados” o simplemente “asamblea”. Sin embargo, esta designación no dice nada sobre el estado espiritual de la iglesia, sino que simplemente muestra que se trata de una asamblea de creyentes.

Las siete iglesias a las que Cristo les habla, la mayoría se encuentra en un estado lamentable. Sólo Filadelfia es la iglesia que verdaderamente corresponde a Cristo – aquí es donde se perfecciona el amor fraternal. Cristo expone la condición de las iglesias y las llama a vencer este estado caído y a participar de Sus promesas.

Los siete candelabros de oro

«Esto dice el que anda entre los siete candelabros de oro» (Apocalipsis 2:1).

Cristo se presenta como el Sumo Sacerdote que anda no sólo entre las iglesias, sino entre los candelabros de oro. Esto muestra que las iglesias de hoy no deben ser una simple reunión de creyentes, sino más bien un candelabro de oro – un testimonio del Dios vivo. Ya en la época del Antiguo Pacto, Dios le dijo a Moisés:

«Manda a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas para el alumbrado, para hacer arder el candelabro continuamente.» (Levítico 24:2).

En el cuadro del tabernáculo, vemos que el candelabro de oro está en el Lugar Santo. Sólo los sacerdotes tienen acceso a este lugar. Sirven al Dios vivo y se les permite acercarse a Él. Para garantizar que las lámparas del candelabro ardan continuamente, se debe echar aceite nuevo diariamente.

Por lo tanto, las iglesias son un sacerdocio. Cristo es el Sumo Sacerdote y los creyentes asumen el servicio sacerdotal. Los sacerdotes están llamados a ser puros y santos, a llevar vestiduras sacerdotales y a ofrecer sacrificios espirituales al Padre.

Ser llenos del Espíritu Santo cada día

Para obtener el aceite para el candelabro, debemos estar llenos del Espíritu Santo todos los días. Sólo así el candelabro puede brillar constantemente. No basta con experimentar el Espíritu Santo sólo de vez en cuando. El candelabro debe arder continuamente, por eso es necesario que el Espíritu de Dios nos llene de nuevo cada día.

Hoy vivimos en la era de la realidad. Dios edifica Su casa espiritual con nosotros, y nosotros le servimos como un sacerdocio santo (véase 1 Pedro 2:5). Sólo así puede brillar intensamente el candelabro y Dios ser glorificado entre los hombres.

¡Qué gracia tan maravillosa es servir al Dios vivo hoy como un verdadero sacerdocio en Su casa! Que crezcamos más y más en esto para que Dios tenga un verdadero testimonio en esta tierra.