Las Fiestas del Señor: Nuestra Preparación para La Segunda Venida de Cristo

En el Antiguo Pacto, Dios ordenó a Su pueblo que tenían que celebrar 7 Fiestas cada año. Estas eran la Pascua, la Fiesta de los Panes Sin Levadura y la Fiesta de las Primicias, todas ellas eran celebradas en el primer mes del año judío. Siete semanas después seguía la Fiesta de Pentecostés y, en el séptimo mes, las tres últimas Fiestas: la Fiesta de las Trompetas, el Día de la Reconciliación y la Fiesta de los Tabernáculos.

La realidad está en Cristo

Según Colosenses 2:16-17, todas estas Fiestas del Antiguo Pacto son sólo una sombra, pero el cumplimiento de cada una de ellas está en Jesucristo «Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de Fiesta, Luna Nueva o Sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el Cuerpo es de Cristo». Él es la verdadera Fiesta de Pascua «porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada.» (1 Corintios 5:7b), que nos salva del juicio de Dios sobre este mundo y de la esclavitud del pecado. Por lo tanto, la verdadera Pascua no es el sacrificio del cordero en Egipto para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud, sino que es Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios «El siguiente día vio Juan [el Bautista] a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1:29), quien nos salva del gran juicio de Dios sobre este mundo «Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,» (1 Tesalonicenses 5:9) y nos libera del poder de Satanás.

La meta de las primeras cuatro Fiestas

Las 4 primeras Fiestas van juntas y las 3 últimas Fiestas van juntas. Las 3 últimas se celebran en el séptimo mes. La revelación de las riquezas de Jesucristo en las primeras 4 Fiestas tiene el propósito de capacitarnos para servir a Dios victoriosamente como sacerdotes santos. Para ello necesitamos a Cristo,

  • ser completamente liberados del Pecado y del poder de Satanás (Fiesta de Pascua),
  • ser purificados y renovados en nuestros corazones y en nuestro carácter, aprendiendo a comer a Cristo en Su Palabra y eliminando toda maldad de nosotros (Fiesta de los Panes sin Levadura),
  • ser vivificados y liberados de toda debilidad e incapacidad para hacer la voluntad de Dios mediante el poder de la Resurrección de Jesucristo (Fiesta de las Primicias),
  • para finalmente realizar un ministerio sacerdotal agradable a Dios «Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia;» (Hebreos 12:28) y luchar victoriosamente la batalla espiritual con el Cristo ascendido.

No quedarse estancados como creyentes

Por desgracia, muchos de los creyentes se quedan estancados tras su salvación. Incluso después de mucho tiempo en la fe, siguen estando gobernados por el Pecado y los deseos de la carne, tal y como ocurría con los creyentes en Corinto «porque todavía sois carnales. Pues habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales y andáis como hombres?» (1 Corintios 3:3). Su salvación era totalmente auténtica y también habían recibido la vida eterna de Dios, pero como no habían hecho morir las obras de la carne mediante el Espíritu y no se habían ejercitado en vivir por el Espíritu, siguieron siendo carnales y eran inútiles para Dios. ¡Qué pérdida es si nacemos de nuevo y, sin embargo, no nos convertimos en sacerdotes santos y útiles que aprenden a servir a Dios de manera agradable! ¡Cuánto anhela Dios tener entre nosotros los creyentes sacerdotes santos, que no sólo se conformen con su salvación inicial, sino que se esfuercen cada día por experimentar las riquezas de Cristo en todas estas Fiestas, para llegar a ser siervos de Dios, agradables a Dios!

Un panorama de las primeras 4 Fiestas

Tenemos que ser animados y motivados a no permanecer en el estado sombrío de un cristiano carnal ni quedarnos estancados en una vida espiritual debilitada, sino más bien conocer cada vez más de una forma profunda a Cristo como nuestra Pascua, nuestra Fiesta de los Panes sin Levadura, nuestra Fiesta de las Primicias y nuestra Fiesta de Pentecostés. ¡Qué riquezas nos ha dado Dios en Cristo, para que hoy pueda traer Su reino con nosotros a la tierra mediante un sacerdocio santo!

La meta de las 3 últimas Fiestas

Las Fiestas del séptimo mes nos muestran algunos aspectos específicos de Cristo, a través de los cuales Él desea prepararnos para Su regreso y Su Reino venidero. La Fiesta de las Trompetas fue dad al pueblo de Dios para partir, reunirse o incluso cuando libraban guerras. Poco antes del regreso de Cristo, necesitamos una y otra vez un nuevo comienzo, un despertar, para aprovechar el tiempo que nos queda. Para ello, Cristo quiere hablarnos como lo hizo con Juan: «Yo estaba en el espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,» (Apocalipsis 1:10). Cuando Su hablar nos llega con tanta claridad como una trompeta, nos despierta para que inmediatamente podamos reconocerlo como nuestro Día de Reconciliación.

El Día de Reconciliación es un día para el arrepentimiento y la reconciliación con Dios. Cuanto más negamos nuestra alma, tanto más somos salvos de tantos tropiezos y experimentamos más paz con Dios y los unos con los otros. Esta experiencia del despertar de Dios hablándonos y nuestro arrepentimiento sincero y genuino nos lleva al Reino de Paz venidero de Cristo, que es el cumplimiento de la Fiesta de los Tabernáculos. En Zacarías 14:16, la Palabra de Dios nos dice que en el Reino de Paz venidero de Cristo, todos los pueblos de la tierra deberán celebrar la Fiesta de los Tabernáculos «Y sucederá que todo sobreviviente de todas las naciones que fueron contra Jerusalén subirán de año en año para adorar al Rey, SEÑOR de los ejércitos, y para celebrar la Fiesta de los Tabernáculos.»

Un panorama general de las últimas 3 Fiestas

Pero ¿qué tienen que ver estas Fiestas con nosotros hoy? Durante la Fiesta de los Tabernáculos, el pueblo de Dios vivía durante una semana en cabañas de hojas, para recordar que sólo era un pueblo peregrino en la tierra y que su esperanza y alegría era el Reino venidero. Así que hoy podemos volvernos hacia Cristo, para que nuestros corazones no estén atados al mundo, sino que se aferren a Él, que está arriba, y se llenen de la esperanza de Su pronto regreso.

¡Que practiquemos diligentemente estas Fiestas en Cristo, para entrar como vencedores en Su Reino cuando Él venga pronto!