La Palabra es nuestro alimento espiritual

En 1.Corintios 3:2, Pablo dice: “Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis” (LBLA). Para Pablo, la Palabra de Dios es alimento espiritual. Es sorprendente que Pablo no le diera a la iglesia en Corinto un largo mensaje espiritual. Su compartir de la Palabra no era otra cosa que darles alimento espiritual. Él le suministraba comida para comer y no sólo conocimiento “correcto”. Esto significa, que las palabras que Pablo les hablaba eran su propia experiencia. Si no hubieran sido su experiencia y realidad, no las hubiera podido decir. La Palabra obraba en él, era vida para él. Así que cuando la compartía con las iglesias, lo que les compartía era algo vivo, algo orgánico. No les daba conocimiento teológico, sino que les compartía alimento espiritual, algo vivo, fortalecedor y nutritivo.

El apóstol Pedro escribió lo mismo: “desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor.” (1.Pedro 2:2-3, LBLA). Tenía la misma manera de tratar la Palabra que Pablo. Verdaderamente disfruto lo que escribió Pedro: La leche pura de la Palabra. Para los apóstoles, la Palabra de Dios era algo vivo. ¡Esto es lo que todos los jóvenes deberían desear! En el versículo tres, Pedro habla de probar (degustar). ¡Tenemos que saborear la Palabra de vida! Acuérdate, cuando vengas a la Palabra de Dios, tienes que venir al Señor para disfrutarlo y recibir esta vida. No te preocupes del conocimiento, porque este vendrá mientras comas de esta vida. Primero escoge la vida, porque la vida te dará luz y entonces tu entendimiento vendrá de la vida. No digas “me gustaría saber esto y aquello”. La unción te enseñará y su enseñanza es verdadera y pura y no te confundirá (véase, 1.Juan 2:27). Puedes confiar en la leche pura de la Palabra viva.

En 2.Timoteo 3:16 Pablo dice: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia,” (LBLA). En la versión inglesa: American Standard Version, hay una nota, que dice que toda la Escritura es aliento de Dios. Esto signiê ca que cuando lees Su Palabra tienes que inhalar el Espíritu de Dios. El aliento de Dios es sencillamente el Espíritu. Acordaos que después de Su resurrección el Señor sopló en los discípulos (Juan 20:22) y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Este es el aliento de Dios. Si vienes a la Palabra y te falta el aliento de Dios, careces de algo esencial.

Dile al Señor: “Señor, quiero respirarte”. Si no recibes el aliento de Dios, que es el Espíritu, ¿qué es lo que obtienes de la Palabra? Puede que la Palabra sea buena para enseñar y corregir, pero sin el aliento de Dios no está viva. Sin embargo, con el aliento de Dios recibes vida de la Palabra. Dile al Señor: “¡Señor, sopla en mí! Necesito Tu aliento en todo momento”. Si vienes de esta manera a la Palabra, ésta será vida para ti. En Colosenses 3:16, Pablo anima a los creyentes de la siguiente manera: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.” (LBLA). Y en el Salmo 119:11 leemos: “En mi corazón he atesorado Tu Palabra para no pecar contra Ti” (LBLA) ¡Recuerda, es la vida y no el conocimiento lo que te guardará! ¡Deja morar abundantemente en ti, la Palabra de Cristo!