El efecto de la muerte en nuestra carne

El efecto de la muerte en nuestra carne

Si el árbol de la vida representa a Dios, quien quiere ser vida para el hombre, el otro árbol tiene que representar la naturaleza pecaminosa de Satanás, la cual causa la muerte en el hombre. Cuando el hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, el pecado entró en él, y la muerte a través del pecado. “Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la Muerte por el pecado, así también la Muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron;” (Romanos 5:12, LBLA). La Muerte en este versículo no se refiere a la muerte física, sino a algo mucho más grave, la Muerte espiritual. La Muerte tiene mucho que ver con Satanás. Él es quien tiene el poder de la Muerte (véase Hebreos 2:14). La Muerte te devora gradualmente, y al ê nal acabas con él (Satanás), en el lago de fuego – al lago de fuego se le llama “la muerte segunda” (véase Apocalipsis 20:14). Por tanto hoy no sólo tenemos el Pecado en nosotros, sino que también tenemos la Muerte reinando en nuestra carne. Por ello el hombre después de caer, perdió el deseo de estar con Dios, y lo que es peor, se convirtió en enemigo de Dios (véase Romanos 5:10). Dime ¿deseas realmente estar con Dios? No quiero decir que tú no tengas tal deseo, pero en tu vida diaria no demuestras interés por Él. Por ejemplo, cuando se trata de jugar en el ordenador, te sientes lleno de energía, pero cuando se trata de hacer cosas espirituales, de pronto te sientes cansado y somnoliento y empiezas a pensar en otras muchas cosas “más importantes” que hacer.

¿Por qué cuando se trata de orar, reunirse, tener comunión, leer la Palabra de Dios o predicar el evangelio pareces estar paralizado? Te falta el deseo. Sorprendentemente experimentamos que nos falta la energía necesaria para hacer estas cosas. ¿Por qué?

Porque la Muerte reina en tu carne, impidiéndote hacer estas cosas espirituales. No penséis que nosotros como creyentes, no tenemos este problema. Todos tenemos este problema. ¡Así que, lo que necesitamos desesperadamente hoy es esta vida de Cristo en nuestro espíritu! Este libro, la Biblia es un “libro de vida”, por medio del cual podemos recibir la vida divina de Dios.

El mero conocimiento de las Escrituras no da vida

Este principio en Génesis 2, es fundamental a lo largo de toda la Biblia. Es por eso que, cuando leas la Biblia, debes decirle al Señor: “Señor, quiero recibir vida y no conocimiento”. Esto lo vengo diciendo desde hace muchos años. ¿Por qué? Sencillamente porque una vez que probamos el conocimiento y éste entra en nosotros, nos volvemos adictos a él. ¡Nos encanta el conocimiento! No importa de qué clase sea, simplemente nos gusta. Hoy en día, el mundo entero se basa en el conocimiento, todo el mundo lo desea. Obviamente se necesita en la ciencia y de una forma general en la sociedad. Pero cuando se trata de venir al Dios vivo, y especialmente a la Palabra viva de la Biblia, el conocimiento no cuenta en absoluto. Puede que hayas adquirido mucho conocimiento bíblico, sin embargo, esto no significa necesariamente que hayas adquirido vida y realidad. El conocimiento bíblico por sí mismo no te da vida.

La religión judía en los tiempos de Jesús, nos demuestra que el conocimiento no sirve. Los fariseos, los escribas, el sumo sacerdote, incluso el pueblo judío, todos conocían la Biblia. Conocían los cinco libros de Moisés, los Salmos y los Profetas. Conocían la historia de su pueblo y eran expertos en las Escrituras. El Señor conê rmó que escudriñaban las Escrituras, no obstante les dijo, que a pesar de ello, no querían venir a Él para recibir vida (véase Juan 5:39-40), porque Dios mismo es la vida. ¡Puede que conozcas la Biblia entera, y sin embargo no tengas vida! Si quieres tener vida, tienes que venir al Dios vivo. Esto lo tenemos que tener muy claro. Dios nos advirtió seriamente desde el principio de la Biblia: ¡Evita el árbol del conocimiento y ve directamente al árbol de la vida! Dios es vida. Tienes que ser de los que desean la vida, ya que sin la vida realmente no tienes nada.

La Palabra es Dios mismo

Con esto en mente, leamos Juan 1:1: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” Cuando de muy joven leía la Biblia, este versículo me parecía realmente extraño. ¿Quién puede entender esto? Pero poco a poco, me di cuenta de que es algo muy sencillo y que no necesita mucha explicación. “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios,” – cualquier palabra sin Dios es inútil. Lo que necesitamos no es una palabra acerca de Dios, sino la Palabra con Dios. ¡Sin Dios, la Palabra no tiene ninguna utilidad! Por lo tanto, cuando leemos la Palabra, debemos estar seguros, de estar tocando a Dios, porque la Palabra está con Dios. No sólo quiero saber acerca de Dios, quiero tener a Dios mismo. ¡La Palabra estaba con Dios! Así que, siempre que vengo a esta Palabra, soy consciente, de que la Palabra estaba con Dios. La Palabra sin el Dios vivo, es simplemente letra o enseñanza muerta.

La Palabra no sólo tiene que estar con Dios, la Palabra tiene que ser Dios mismo. ¡Qué extraño! Pero en realidad es maravilloso. Creo que la razón por la que Dios nos da este versículo, es para advertirnos, que es muy posible venir a esta Palabra, pero que Dios no esté presente en ella. “En el principio era la Palabra”, ¿Es esto suficiente? ¡No! Tienes que ir un paso más adelante. La Palabra tiene que ser Dios.

¿Qué significa la Palabra para ti? Puede que leas la Palabra todos los días, pero, ¿es ésta el Dios vivo para ti? ¿O tan sólo quieres aprender alguna doctrina y obtener conocimiento sobre Él? ¿Deseas, de todo corazón, al mismísimo Dios viviente? La Palabra debe de ser, el Dios vivo hablándote. Dicho de otra forma: Tienes que introducirte en la letra impresa, para tocar al Dios vivo. Sólo cuando toques a Dios, la Palabra será vida, llena de poder para ti.

Por esta razón, Juan continúa diciendo en el versículo tres: “Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (LBLA). Todas las cosas fueron creadas por Él, es decir por la Palabra. ¡Esta Palabra es poderosa! Esta Palabra lo creó todo: Es Dios mismo, ¡el Creador! Dado que la Palabra es Dios, esta Palabra llama a hacerse realidad, a la Palabra hablada de Dios dentro de ti. Por ejemplo, todos sabemos que la Biblia habla del amor, de la paciencia o la santidad. Pero el conocimiento de estas cosas no te da la realidad de estas virtudes. Entonces, ¿cómo podemos experimentar estas cualidades? Sólo cuando tocamos a Dios mismo en la Palabra, estos atributos se manifestaran en nuestras vidas. La Palabra viva producirá la realidad de estos atributos, llamándolos a la existencia.