El Árbol de la vida: Comer a Cristo como vida

Comer a Cristo como vida

En Juan 6, el Señor dijo una palabra muy importante: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas Mi Padre os da el verdadero pan del cielo.” (v. 32, RV60). En tiempos de Moisés, Dios alimentó en el desierto de forma prodigiosa al pueblo de Israel con maná, pero en este versículo vemos que el maná, todavía no era el verdadero pan del cielo. Jesús continúa diciéndoles: “Yo soy el pan de la vida” (v. 35, RV60). ¡El señor Jesús es el verdadero pan de vida, bajado del cielo! ¡Esto significa que tenemos que comer y tomar al Señor en Su Palabra, como nuestra comida! Anteriormente Jesús había alimentado a cinco mil personas, con tan sólo cinco panes de cebada y dos peces.

La gente que había comido volvió para verle, y Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que Me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 26, RV60). Es maravilloso, que el Señor alimentara a millares de personas, únicamente para enseñarles que Él es el verdadero alimento (v. 37). El Señor uso la palabra “alimento”, alimento espiritual, para llevarnos de vuelta al árbol de la vida en Genesis 2. Esto es algo orgánico.

Tienes que aprender a comer espiritualmente. Parece algo extraño, ¡pero es maravilloso! El Señor les dijo: “Trabajad, no por la comida que perece…” (v. 27, RV60). Ellos respondieron preguntando: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (v. 28, RV60). El Señor estaba hablando de comer, pero ellos querían hacer obras. Por eso el Señor tuvo que desviar su atención del conocimiento y llevarlos de nuevo a la comida y “a Sí mismo”, el verdadero pan de vida.

¡Imaginaos! De todos los árboles del jardín del Edén sólo había uno que destacaba sobre los demás: El árbol de la vida. ¿Por qué hizo el Señor esto así? Porque estaba intentando decirnos algo muy importante: Él es nuestro verdadero alimento (Es como con nuestro alimento físico) todos hemos cenado esta noche, ¿Habéis disfrutado de la comida o la habéis analizado? Por supuesto que no la habéis analizado, sino comido. Entonces, ¿por qué, analizáis la Palabra en vez de abrir vuestros corazones al Señor? Digámosle: «Señor vengo a Ti. Necesito alimento espiritual. Sé Tú mi vida. Necesito fortalecimiento espiritual. Necesito, ¡poder! para vencer y vivir a Cristo, para ser transformado. Señor: ¡Lléname!”

El conocimiento no puede cambiarnos. El conocimiento de la Palabra de Dios, por sí mismo no puede darnos el poder de la vida. Sólo el Espíritu de vida puede fortalecerte y llenarte. Pablo hablo de la supereminente grandeza del poder del Cristo resucitado (Ef. 1:19-20). Este poder no provenía del estudio bíblico, sino del Cristo vivo. Así que, el Señor usó el árbol de la vida en el jardín del Edén para enseñarnos que tenemos que comer a Cristo, al igual que en nuestra vida física, necesitamos comer, debemos aprender a tomar a Cristo, asimilarlo y digerirlo.

¿Por qué cada domingo partimos el pan, en la mesa del Señor? Es para recordar que Cristo es comestible. Tienes que ser una persona que comes a Cristo diariamente, teniendo hambre de Cristo todos los días. Sería terrible si un cristiano no tuviera apetito del Cristo vivo. Los hermanos jóvenes en especial, tienen un gran apetito. A menudo me sorprende los platos de arroz que pueden ingerir. Estoy seguro de que podéis comer mucho. Pero ¿qué pasa con vuestro apetito de Cristo? Me gustaría que todos vosotros tuvierais semejante apetito de Cristo…, ora: “Señor, deseo que me llenes”, ¡Quiero escucharte! ¡Quiero sentirte! ¡Quiero experimentar Tú fortalecimiento en mi espíritu!” Esto es una vida cristiana normal.