El enfoque de este contenido está centrado en la primera Carta de Pedro:
Obteniendo el fin [la meta] de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
1ª Pedro 1:9
Tres etapas de la salvación
La Biblia habla de tres etapas de la salvación. La primera etapa es el nuevo nacimiento, que podemos llamar la salvación inicial. Cuando nacemos de nuevo, nuestro espíritu humano es vivificado a través de la resurrección de Jesucristo (véase 1ª Pedro 1:3). Por medio de la fe recibimos el Espíritu de Cristo y somos bautizados en Cristo, porque la regeneración se lleva a cabo por medio del agua y del Espíritu (véase Juan 3:5). Pero esto es sólo el principio.
Después de eso, comienza nuestra vida cristiana. Nuestra vida cristiana es como una carrera (véase Hebreos 12:1-2). Después de nacer de nuevo, comienza esta carrera. Durante esta carrera, poco a poco, nuestra alma llega a ser salva. Ésta es la segunda etapa de la salvación. La meta es la plena salvación de nuestra alma y – al regreso de Jesucristo la redención de nuestro cuerpo (véase Filipenses 3:21). La redención de nuestro cuerpo es, pues, la tercera y última etapa de nuestra salvación.
La salvación de la mente, la voluntad y las emociones
¿Por qué esta carrera? Porque después de nuestro nuevo nacimiento Dios todavía tiene mucho que hacer en nosotros. Aunque hemos nacido de nuevo, no obstante, nuestra alma aún no ha sido completamente salva. Nuestra alma está compuesta de mente, voluntad y emoción. ¿Cómo es nuestra propia experiencia de estas tres partes del alma después de haber nacido de nuevo?
¿Qué hay de nuestra mente? Es posible que hayamos nacido de nuevo hace mucho tiempo, pero nuestra forma de pensar a menudo sigue siendo inútil – a veces incluso oscura y pecaminosa. ¿No necesitamos ser renovarnos en ese aspecto? Romanos 12:2 habla de la renovación de la mente.
Nuestra voluntad también necesita salvación. A menudo oramos a Dios: „Hágase Tu voluntad“, pero, por desgracia, muy frecuentemente seguimos teniendo voluntad propia y hacemos lo que queremos. ¡Aquí también necesitamos salvación!
Nuestras emociones tampoco aún han sido salvas completamente. Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, incluso con nuestro primer y mejor amor (véase Mateo 22:37; Apocalipsis 2:4). Pero ¿hacemos esto? Muy a menudo nos damos cuenta, de que ante todo nos amamos a nosotros mismos. Para que podamos amar al Señor Jesús con el primer amor, necesitamos más salvación en nuestras emociones.
Nuestra colaboración
Aunque la salvación inicial es totalmente por gracia y sin obras, debemos colaborar conscientemente en la salvación de nuestra alma. Pablo confirma esto:
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:12-13)
Cuando se trata de la salvación del alma, debemos efectuar nuestra propia salvación – incluso con temor y temblor. Por ejemplo, debemos aprender a poner freno a nuestro pensamiento caído y ceñir los lomos de nuestro entendimiento (véase 1ª Pedro 1:13). Del mismo modo, necesita nuestra cooperación si queremos hacer la voluntad de Dios: Tenemos que decidirnos conscientemente por Dios en muchas situaciones. Dios no toma tales decisiones por nosotros, sino que espera nuestra colaboración. También debemos luchar por nuestro primer amor y arrepentirnos cuando lo hayamos dejado (véase Apocalipsis 2:5). Así que Dios depende de nuestra colaboración, y luego Dios por Su parte también trabaja para lograrlo.
La recompensa
Si cooperamos en la salvación del alma, recibiremos una recompensa en la Segunda Venida del Señor, en Su Parusía. Si hemos cooperado fielmente y hemos dejado que nuestra alma sea salva, podremos reinar con el Señor durante 1000 años en Su regreso. Pero si rehusamos cooperar con el Señor, nuestra alma permanecerá como estaba al principio y no será salva. Como consecuencia de ello, deberemos permanecer en las tinieblas de afuera durante el reino de los 1000 años – ahí será el llanto y el crujir de dientes.
Pero lo normal es que hoy cooperemos en la salvación del alma y recibamos la recompensa. Para eso hemos sido llamados. ¡Que hoy podamos cooperar juntos con la gracia a fin de estar cualificados para poder reinar juntamente con el Señor en el reinado de los 1000 años!